miércoles, 11 de julio de 2012

Inmaculadas

¡Qué no se ha dicho ya de las famosas "mixtorietas" de Carlos Marcos! Que son esto, que son lo otro, que "no es una novela, pero de a ratos lo es, [...] [que] no es una historieta pero a veces se le parece" (link a esa reseña), que "es una obra extraña en un formato tradicional" (link a esa reseña), que "cada inmaculada es un discurso poético interior que indaga sobre su naturaleza y sobre la naturaleza del otro, su amante, su hombre, su amor" (línk a esa reseña), que "viene a terminar con los horóscopos extranjeros" (link a esa reseña), que "tiene mucho de experimental" (link a esa reseña), que "propone un viaje delirante" (link a esa reseña), etcétera, etc.

Y aunque pareciera que poco se podría agregar a tan pródiga caterva de apreciaciones... en TDM somos argentinos, y como tales, ¡nunca dejamos de dar nuestra opinión! -¡y aunque nadie nos la pida!-.


Para empezar, hay que decir que la prosa de Marcos siempre tuvo un tinte poético, y en esta obra se confirma esa aseveración, mas por su antípoda. Porque aquí la poesía del autor navega con familiaridad en aguas prosaicas.

No son exactamente historietas, porque no hay una trama por la que unos personajes avancen. Son más bien reflexiones existenciales en tono poético que cada una de esas mujeres "inmaculadas" pintadas por Marcos hace sobre algún momento/recuerdo/sensación/idea/emoción/pasión vivida. La disposición fragmentaria de los dibujos en un comienzo, cuadro por cuadro, hasta llegar a la composición global sobre el final, le dan esa remembranza (nostalgia para mi) a las historietas de nuestra infancia.

Alguna polémica han suscitado los dibujos por la naturaleza mutante de ciertas Inmaculadas, atrofiada de otras, mutilada de aquellas de más allá y masoquista de éstas de más aquí. Diré que es cierto que las ilustraciones pueden herir algunas sensibilidades. Es que Marcos no es para todos. Hay que reconocer esto de entrada. Y no lo digo como algo disvalioso. Por el contrario, suele ser un mérito para el artista. En cuanto a mí, las aprecié con mirada poética y más alegórica que literal (y en esto me tiene sin cuidado si esa fue o no la intención del autor; los lectores somos libres de interpretar su obra como más nos plazca).
Sobre el final, alguna contrariedad puede provocarnos a los que somos religiosos, pero como el mismo Marcos dice a través de su última Inmaculada:

"Las personas se equivocan conmigo...
creo en Dios más que en otras cosas...
El ateísmo es un lujo de gente satisfecha,
bien alimentada y que siente algún
cosquilleo entre las piernas..."

De todo el libro, diría que mi preferida es la mixtorieta Nº 21... si no fuese por la solapa. No me pareció necesario consultar a la editorial sobre si ese texto fue escrito por algún editor -como es costumbre- o por el autor de las Inmaculadas. Apenas lo leí me quedó clarísimo que la pluma que lo redactó es la del mismísimo Carlos Marcos. Exuda Marcos por todos los poros; en cada frase, en cada figura, en cada imagen. Mana con fluidez su trova satírica e ingeniosa para describir a su propia persona: 

"Bibliotecaro, archivista, bibliómano amateur, escribiente y leedor..."

nos dice de sí mismo con un espíritu lúdico que pocos tienen y muchos anhelamos;

"Obediente Señor de los Veinticuatro Paraguas, Embajador Plenipotenciario de las Ínsulas de Cervantes, Visitante Notable del Departamento de Caaguazú, Mariscal de Paellas y Afines..."

mezclando con encanto sus muy ciertos antecedentes con sus muy ciertas fantasías;

"Dignatario Dignísimo de la Digitopuntura, Monarca de Noé, Primer Chambelán en Camisetas, Gran Maestre de Nivel Insospechado, Prudente Príncipe de Pruritos, Vasallo Orbital du Cull-de-Sac, Casto Monarca de Parches y Remiendos y Dulce Apóstol del Unsinnswort..."

haciendo gala del arte de enumerar con gracia y fina retórica, al que tanta afición tiene.

Es tan genial el texto de la solapa que bien puede valer, para quien quiera acercarse a la obra de este autor, como una gota, como una "muestra gratis", de la ambrosía que es el arte de Carlos Marcos.

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